
Se que a muchas de vosotras os da vergüenza que os digan “señora” y os traten de usted.
Parece que algo ha cambiado ya irremediablemente ¿verdad?. Yo mismo he vivido mi propia experiencia de “Señor”.
Creo que en la mujer es algo diferente, y por eso he invitado a Montse Benavides, toda una señora, para que hable con vosotras del tema y de la vergüenza.
Ya me contareis en vuestros comentarios que os parece
La primera vez que me llamaron Sra. no me gustó nada, nada, NADA.
En realidad más que no gustarme fue algo así como, “¿se refiere a mí?”.
De eso hace ya 20 años, creo, o puede que más.
¿Te ha pasado a ti?
SEÑORA, SEÑORA, SEÑORA, SEÑORA…
¿Será por lo de señora de…? que durante mucho tiempo ha sonado a que siempre tienes que ir acompañada de un Señor. Y ahí mi parte rebelde se subleva porque me digo, soy por mi misma y no necesito ir de la mano de un Señor.
¿Será porque implica estar ya aposentada, con hijos, más años? AÑOS, AÑOS, AÑOS
¿Y qué dan los años?
Estabilidad, sentido común, sabiduría, arrugas, canas, arrugas, canas, aburrimiento, fofez, debilidad, MENOPAUSIA.
Cuando No Era Señora
Y cuando no era Sra., era joven, inocente, vital, con energía y fuerza, ilusiones y algo más …
Tarde de verano, acabo de soltar lo primero que se me ha pasado por la cabeza. Nada más decirlo, pienso “tierra trágame” “qué idiotez” y noto las miradas de 8 adolescentes más, puestas en mí y cómo un calor sube por mi cara hasta notarla ardiendo.
Durante el resto de la tarde apenas me atrevo a abrir la boca.
¿Y qué es lo que había? Vergüenza.
De eso hace 40 años y todavía me acuerdo. Son esas experiencias que se graban con tinta indeleble y que, haciendo un pequeño esfuerzo, vuelven. Aunque siendo sincera, con mucha menos fuerza. Es como si el tiempo las hubiera ido debilitando o como cuando cae una gota de agua sobre algo escrito que poco a poco se emborrona.
Estoy en clase y súbitamente el profesor me mira y me pregunta cuánto es a+b2 y me quedo mirándolo y, de repente, es como si se me hubiera borrado la memoria y me oigo a mi misma farfullar algo y pensar “no, eso no es” y vuelvo a intentarlo, pero la cabeza es como un ovillo enredado y suelto algo más, pero sin saber muy bien lo que estoy diciendo.
Inmediatamente soy totalmente consciente de que es inútil que lo vuelva a intentar una tercera vez.
Todas las miradas de 15 o 16 adolescentes de 2º de BUP están encima mío y noto ese ligero sofoco que va cogiendo fuerza y pienso “no, por favor que él me está mirando”, pero por supuesto, sigue adelante hasta conseguir ponerme roja como un tomate, otra vez más. Él, ya puedes imaginar, que es ese chico al que no dejaría de mirar nunca.
¿Y qué es lo que había? Vergüenza.
Andorra, Congreso de Formadores; de las dos ponencias que hemos presentado conjuntamente con una colega, han elegido la mía. ¡Yupi! O ¿puede que no tanto?
Llega la hora de mi ponencia, por la tarde después de toda una mañana pensando en mi ponencia y ponencia para arriba y ponencia para abajo. Sin poderme quitar de la cabeza que tenía que hablar en público, apenas pude comer.
Ya sentada en la mesa para la ponente, o sea para mí, por suerte veo que también está conmigo una persona de la organización que me presenta. Acto seguido empiezo a hablar, mejor dicho, leer mis papeles que aguanto entre mis manos o concretando más, me aferro a ellos sin apenas levantar la mirada.
¿Cuántos asistentes hay? 20, 30 o puede que más. No lo sé, porque a duras penas veo unas caras borrosas delante de mí por el rabillo del ojo.
A estas alturas, se suponía que esa vergüenza propia de la adolescencia ya debería de haberla superado porque hacia unos pocos años que había finalizado la carrera. Pues NO; hizo acto de presencia en todo su esplendor.
Porque lo que había era VERGÜENZA.
Podría seguir, explicando una y otra más. De algunas ya casi no me acuerdo, pero como han habido tantas, tengo donde elegir.
Y ahora lo de Señora me sigue llamando la atención, pero ya me suena diferente.
Antídotos Contra La Vergüenza
Y creo que hay dos buenos antídotos contra la vergüenza o por lo menos en mi caso ha sido así:
1 – SER UNA SEÑORA
¡Mira por donde, ser una Señora!
Cumplir años supone entre otras cosas, haber vivido más, tener más experiencias, haberme puesto a prueba en más ocasiones a veces queriendo, otras veces simplemente me lo he encontrado. Conocer a personas diferentes, trabajos diferentes, resumiendo nuevas situaciones que me han permitido aprender y conocerme.
Haber cambiado en varias ocasiones de trabajo, estar en empresas grandes donde el volumen de personas con las que tenía que relacionarme era considerable, tener reuniones de trabajo a menudo, dar formación a equipos, etc. hicieron que mi vergüenza fuera desvaneciéndose.
Ser una Señora, me ha permitido y me permite relativizar, saber que hay situaciones, actitudes, comportamientos que se repiten a no ser que haga algo al respecto, si se trata de mí.
Si se trata de los demás, puedo apartarme o puedo aceptarlo, pero al final también es una decisión mía. Por supuesto, también puedo seguir peleándome y quejándome.
Ser una Señora me ha permitido quitar mucha paja y quedarme y ocuparme de lo que realmente vale la pena para mí. Por supuesto, aún seguiré quitando paja.
Y además he aprendido algo infalible contra la vergüenza, que te explico al final.
2 – AUTOCONOCIMIENTO
La experiencia personal, lo vivido es fuente de conocimiento. La vida te enseña quieras o no quieras.
Y como te comentaba, el día a día, el encontrarme en situaciones donde mi vergüenza aparecía, me ha permitido superarla de alguna manera.
Ahora bien, no es sólo cuestión de años cumplidos, seguro que conoces personas que tienen 40 o 50 años y dices ‘parece mentira, pero sigue haciendo lo mismo que cuando tenía 20 años’, y no lo dices con una sonrisa.
Si tropiezas siempre con lo mismo, con relaciones insatisfactorias, con compañeros de trabajo que no te dejan vivir, etc y no sabes el motivo, pregunta a las personas que son más cercanas a ti (familiares y amigas); seguramente te darán una respuesta bastante acertada.
Esa es una alternativa, aunque en la mayoría de ocasiones, piensas que están equivocados.
El otro componente del antídoto está en saber más de ti, de tus anhelos, de tus miedos, de tus valores, de tu carácter, de tus patrones de conducta. Para no enrollarme más, Autoconocimiento.
Si no hubiera sido por mis compañeros de viaje en grupos de desarrollo personal y terapia, mucho de lo que he aprendido sobre mí todavía estaría en las tinieblas.
Si no hubiera sido por mis maestros y terapeutas, todavía mirar a los ojos de las personas que vienen a mis charlas y talleres me haría temblar como una hoja.
Y la Vergüenza, no ha desaparecido. Está ahí como cualquier otra emoción pero ya no viene al asalto en cualquier momento y cualquier situación.
Además si a este combinado le añades el reconocer y decir en voz alta que tienes vergüenza, tienes la solución infalible para que se quede a un lado y no te moleste.
Eso es lo que ahora es para mí ser una Señora.
Me encantaría saber qué es para ti ser una Señora.
Montserrat Benavides Romero
Apoyo y guía para mujeres que quieren cambiar su historia. Ayudo a mujeres que sufren estrés, ansiedad, altibajos emocionales o dificultades en las relaciones a superar los obstáculos y recuperar la confianza en sí mismas para transformar sus vidas.
Psicóloga (colegiada 2359), Ludoformadora y Terapeuta Corporal. Instructora de Firewalking. Certificada en Coaching por Valores.
info@montserratbenavides.com